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La economía de México no repunta… Y las proyecciones son preocupantes
Por Héctor Melesio Cuén Ojeda
La prosperidad de un país se estima y proyecta con base en diversas variables, algunas de ellas de suma importancia como el comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB), la generación de empleo y su relación con el número de jóvenes que se incorporan a la Población Económicamente Activa (PEA), los índices de inflación, el comportamiento del mercado interno.
El PIB de una nación se asume como valor monetario de los bienes y servicios finales producidos por una economía en un periodo determinado, razón por lo que se entiende como un indicador muy importante para medir el crecimiento o decrecimiento de la situación económica de un estado, región, país o del mundo. También expresa el comportamiento competitivo del sector empresarial.
Si el PIB aumenta, implica automáticamente que crecen la producción, la inversión, el número de empleos y, por lo tanto, la riqueza de una nación; por el contrario, si el PIB decrece, ocurre todo lo opuesto.
El comportamiento del PIB trae otros importantes efectos; por ejemplo, si el PIB crece por debajo de la inflación, ocasiona que los aumentos salariales sean más restringidos; de igual forma, si el PIB de una nación decrece, esto representa menores ingresos para su gobierno.
Por estas razones, en los últimos años las proyecciones y el comportamiento del PIB en México se han vuelto preocupantes. Revisemos los siguientes datos: en enero de 2016, el Banco Mundial (BM) recortó para nuestro país sus pronósticos de crecimiento económico (PIB) a 2.8%, comparado con el 3.2% previsto en diciembre de 2015, mientras que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) anunció un avance de 2.5%.
Sin embargo, en junio de 2016, el mismo Banco Mundial volvió a recortar el crecimiento a 2.5%, es decir, tres décimas abajo del 2.8 % proyectado en enero del mismo año; por su parte, en octubre de 2016, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo redujo a 2.1%, nivel similar al anunciado por la Organización para la Cooperación de Desarrollo Económico (OCDE) en diciembre de 2016.
Sin duda alguna, la incertidumbre generada por las amenazas de Donald Trump, presidente de Estados Unidos de Norteamérica, hacia la economía mexicana han llevado a varios analistas a recortar las expectativas de crecimiento en 2017. Por ejemplo, la OCDE —y hasta cierto punto el consenso del mercado para el crecimiento del PIB— lo ubica en un rango de 1.7% a 2.3%, desde un previo de 2% a 3%.
Como hemos dicho, otro indicador que mide la prosperidad de un país es el comportamiento de la inflación. Este es un referente económico indispensable para opinar y calificar el nivel de vida de una población, así como las consecuencias macroeconómicas de una región a partir del control o descontrol de esta variable.
La inflación está estrechamente ligada con la capacidad adquisitiva de la moneda, de un salario, de un ingreso económico, en relación con el aumento de los precios de los productos y servicios básicos con que una familia debe contar para tener un nivel de vida digno y satisfactorio.
Por lo general, el comportamiento de la inflación se aprecia a través de la canasta ponderada de bienes, es decir, al observar cómo se incrementan o decrecen algunos bienes y servicios como alimentos, ropa, vivienda, salud, transporte, educación, entre otros satisfactores a los que tiene derecho una familia.
Tampoco el escenario es muy halagador en este parámetro. De acuerdo con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) y el Índice Nacional de Precios Productor (INPP), datos publicados por el Banco de México, la inflación acumulada en lo que va del presente año es de 2.29%, cifra preocupante dado que tan solo han transcurrido dos meses y 10 días.
No obstante, debemos señalar que cuando se analizan este tipo de variables y parámetros, existen diferencias sustanciales entre las cifras reportadas, la percepción que la sociedad tiene sobre estos fenómenos y la realidad misma.
Por ejemplo, en los últimos días los medios de comunicación han informado que los bienes y servicios, cuyos incrementos de precios tuvieron una mayor incidencia en la inflación durante el segundo mes del año, fueron los automóviles, con una variación mensual de 1.58%; el gas doméstico LP, con 2.27%; la tortilla de maíz, con 2.02%; los restaurantes y similares, con 0.84%; la vivienda propia, con 0.23%; el limón, con 20.63%; las loncherías y fondas, con 0.48%; la carne de res, con 0.8%; el colectivo, con 1.05%, y el tomate verde, con 21.82%.
Los aumentos de los precios que más alarman a la sociedad son los siguientes: el kilo de tortilla ahora cuesta 16 pesos; de 460 pesos, el tanque de gas LP de 30 kilos hoy cuesta 510 pesos, mientras que la gasolina Magna subió 14.2%, la Premium 20.1% y el diesel 16.5%, con respecto al precio máximo observado en diciembre de 2016.
Estos últimos datos son los que verdaderamente inquietan a la población, pues no sólo se aprecia que la economía de México no repunta, sino que, por el contrario, las proyecciones se tornan preocupantes.
Gracias y que pasen un excelente fin de semana.