Ubicada frente al océano que tantas veces ha visto partir y regresar embarcaciones, la Casa del Marino en Mazatlán guarda en sus muros la historia silenciosa de quienes viven y trabajan en el mar. Fundada en la década de los 40, esta emblemática construcción fue, durante más de cinco décadas, un hogar de paso para los marinos mercantes que arribaban al puerto tras largas jornadas de navegación.
Una placa conmemorativa da testimonio del inicio de su construcción:
“Siendo Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos el C. Gral. de División Manuel Ávila Camacho, y Secretario de Marina el C. Gral. de División Heriberto Jara Corona, se inició la construcción de este edificio para la ‘Casa del Marino’ el 13 de junio de 1944 y se inauguró el 1º de junio de 1946.”

Esta inscripción no sólo consigna una fecha, sino que honra una visión de país que, incluso en tiempos difíciles, entendió la importancia de dar dignidad a sus trabajadores del mar.
Al hablar sobre la defensa y transformación de este espacio que tiene entre otras figuras clave a los Capitanes de Altura: Iván Hubbard Rentería (+) , Felipe de Jesús Hernández Ascencio, Mario Velázquez Salazar, y Carlos Angulo, éste último recuerda con firmeza y emoción el propósito original del lugar: “Como su nombre lo indica, la Casa del Marino era una casa para alojamiento de marinos que venían en tránsito”.
La Casa del Marino ofrecía doce habitaciones —algunas destinadas a oficiales y otras al personal subalterno— con alojamiento seguro, digno y de bajo coste, e incluso un pequeño desayuno.

“Aquí se alojaron inclusive almirantes de la Armada de México. Era un recinto con categoría de hotel de buen nivel, más que digno”, rememora el capitán.
En una época en la que los marinos podían pasar hasta un año completo a bordo antes de obtener vacaciones, este espacio era un respiro entre travesías largas y exigentes. Aunque su capacidad era modesta —albergaba entre veinticinco y treinta personas—, su valor era incalculable, era el único sitio diseñado específicamente para cuidar de quienes surcan los mares.
Pero los tiempos cambiaron, y con ellos, la funcionalidad del recinto. A finales de los años 90, al cesar los subsidios que la mantenían activa, la Casa del Marino cerró sus puertas y cayó en el abandono. Lo que pudo haber sido una pérdida irreparable se transformó gracias a la lucha decidida del Patronato Pro Restauración de la Casa del Marino.

“Seguimos luchando hasta lograr que no la destruyeran y que la reconstruyeran. Y este espacio es para Mazatlán, no precisamente para los marinos”, afirma con orgullo.
Esa resistencia encontró eco en el gobierno federal, que destinó cerca de 93 millones de pesos para su rescate y rehabilitación, incluyendo la museografía y la recuperación del histórico Fuerte 31 de Marzo. Hoy, la Casa del Marino renace como museo, un espacio donde cientos de visitantes pueden conocer la vida de los hombres que conviven con el mar.

Una de las habitaciones del personal subalterno se conserva tal como era, ofreciendo un vistazo tangible a la cotidianeidad de quienes ahí se hospedaban.
Convertida en un sitio de divulgación cultural y memoria histórica, la Casa del Marino no sólo honra al marino mercante, honra el espíritu de resistencia, dignidad y servicio. De ser un refugio modesto, ha pasado a convertirse en un monumento vivo que narra las historias del mar y sus hombres, y que Mazatlán orgullosamente ofrece como testimonio de su identidad portuaria.
Museo Casa del Marino abre sus puertas de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas. ¡Entrada gratuita!