La lucha libre de la política mexicana

El zafarrancho en San Lázaro que protagonizaron Alejando Moreno y Gerardo Fernández Noroña se asemeja a un burdo espectáculo

Por  Guadalupe Correa-Cabrera* para La Opinión LA

Bien lo dijo Jesse Ventura: “La política en América es idéntica a la lucha libre profesional.” El exgobernador de Minnesota entre 1999 y 2003 sabía bien de lo que estaba hablando. Jessy “The Body” Ventura fue “rudo” en la lucha libre profesional de 1975 a 1986 y entendía a la perfección cómo funcionaban estos dos espacios o estas dos profesiones distintas, además de conocer bien la dinámica de los medios de comunicación y el sistema de defensa estadounidense pues fue además presentador de radio y televisión y es veterano de la Marina.

En una icónica entrevista, Ventura hace un símil entre la política en Estados Unidos y la lucha libre. Con ello, nos explica “que los Demócratas y los Republicanos frente a usted y frente al público se dirán cuánto se odian entre sí y lo diferente que [supuestamente] son, pero en cuanto se apagan las cámaras en el estudio, se van a cenar todo juntos y todos son cuates haciendo negocios. Es como en la lucha libre profesional. Frente al público nos odiamos y nos vamos a hacer garras, pero en los vestidores todos somos amigos.” La explicación del ex gobernador y ex pugilista profesional hace mucho sentido y nos hace pensar también en la política mexicana. Lo que dice Ventura parece aplicar perfectamente al caso de México desde que transitó a lo que algunos llaman “democracia”:

En los años más recientes, esto parece muy claro. Y es en las últimas semanas cuando más me he acordado de la comparación que llegó a hacer en varias ocasiones el ex rudo de las luchas libres estadounidenses. El espectáculo de la lucha libre sigue siendo el mismo; cambian los vestuarios y personajes, pero la lógica del “show” es la misma. Lo mismo parece ocurrir en la política mexicana hoy en día. El zafarrancho en San Lázaro de la semana pasada que protagonizaron los senadores Alejando Moreno y Gerardo Fernández Noroña y la lamentable discusión en el espacio público que se desató posteriormente dejan claro que la política mexicana hoy en día se asemeja a un burdo espectáculo. Este no es un hecho aislado. Esta manera de interactuar entre los miembros del llamado ”oficialismo” y la “oposición” en tiempos de la Cuarta Transformación de México se ha convertido en la norma.

Contamos con un sinnúmero de ejemplos, pero han sido memorables en los últimos años las intervenciones de personajes influyentes en la política mexicana en varias ocasiones como Lili Téllez, Lilia Aguilar Gil, Kenia López Rabadán, Andrea Chávez, Xóchitl Gálvez, Gerardo Fernández Noroña, Ricardo Anaya y, por su puesto, Alejandro Moreno, entre muchos otros y otras. La burla, los gritos, los insultos—y ahora hasta los golpes—acompañan los debates más importantes sobre temas claves para la vida nacional; el histrionismo, además, parece acompañar toda las interacciones entre políticos de todos los partidos—representando todos los intereses e ideologías. No solamente hablamos de representantes populares, sino de toda la clase política mexicana en la era contemporánea, los representantes de medios, los “influencers” en las redes sociales y hasta miembros relevantes de la clase empresarial que se inmiscuyen en temas políticos. El caso de Ricardo Salinas Pliego es emblemático en este último sentido.

Las “Mañaneras del Pueblo” (antes mañaneras “a secas” o conferencias de prensa matutinas de la Presidencia de la República organizadas desde el sexenio pasado) se han convertido en un espectáculo propagandístico que so pretexto de informar a la sociedad mexicana desde el poder ejecutivo, enfrentan diariamente a los rudos y los técnicos de la política real y los medios de comunicación, como también se hace en la mismísima Arena México o en los eventos organizados por la Federación Mundial de Lucha Libre (WFF, por sus siglas en inglés). En este espacio, oficialismo y oposición se confrontan aparentemente, intercambiando gravísimas acusaciones, pero sin investigación formal, ni consecuencia legal alguna para aquellos señalados de delitos o corruptelas.

En la política mexicana contemporánea, abundan las denuncias contra miembros del bando o partido contrario, y se ventilan presuntos actos de corrupción, abusos de poder o conflictos de interés. Tenemos cierta idea de los atracos perpetrados por la vieja y la nueva clase política en México, pero aquí raramente se investigan bien estos casos y las poquísimas carpetas de investigación que sí llegan a abrirse, raramente terminan en sentencia. La impunidad en México es insultante y aberrante. La corrupción no se combate, se tolera, se perdona e inclusive se justifica, del lado que venga. Los rudos y los técnicos parecen pelearse en escena, pero cuando se apagan las luces, pareciera que todos felices se van a cenar juntos y a hacer negocios. La inclusión de tantos personajes de la vieja clase política acusados de corruptelas al Partido Morena es muestra fehaciente del burdo espectáculo que Jesse Ventura plantea.

No importa cuántos relojes de marca, finas prendas, casas blancas o grises o en propiedades comunales adquieran los políticos mexicanos, o cuántos conflictos de interés y posibles vínculos con el narcotráfico sin investigar se reporten en la prensa. El caso de La Barredora por ejemplo, la corrupción de ex presientes y políticos afiliados al denominado PRIAN sin consecuencias, las campañas anticipadas de personajes clave del oficialismo y los ingresos inexplicables de algunos políticos o representantes populares, más que la excepción parecen ser la norma. Todo se ventila en el espacio público, pero lamentablemente, sin consecuencias. Al final, el espectáculo de los dimes y diretes políticos desvía la atención de los problemas reales de México. Mientras la discusión burda del zafarrancho de San Lázaro calienta las redes por días, nos olvidamos de las decenas de miles de desaparecidos en México, así como de las muchas comunidades a lo largo y acho del país que son víctimas de violencia y extorsión por parte del crimen organizado. Además, dejamos de discutir la reconcentración del poder en un solo partido político, la militarización y la pérdida real de soberanía mexicana bajo el yugo de Donald Trump. “Dales pan y circo y nunca se rebelarán” como bien dice el poeta satírico romano Juvenal. Así sucede en la lucha libre profesional de la política mexicana actualmente.

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