JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ (EXCELSIOR)
Rubén Moreira se queda junto a Alejandro Moreno, Alito, quizá sin comprender que la próxima víctima interna, una vez que se haya desecho de los demás, será precisamente él
El realineamiento de fuerzas políticas es un resultado inevitable después de lo sucedido en los comicios de junio. La triste aventura de Alejandro Moreno cambiando estatutos a modo para reelegirse al frente del PRI es sólo un capítulo, ni siquiera el inicial, de un proceso que se dará durante los próximos dos años, hasta que se puedan demandar nuevos registros partidarios.
La ruptura del PRI no tiene remedio, pero era una ruptura que ya estaba anunciada: ya Alito y sus aliados se habían deshecho de toda oposición interna antes de iniciar el proceso electoral, se repartieron las posiciones de poder y las plurinominales, y dejaron fuera a quienes planteaban alternativas diferentes. Se fueron a otros partidos Eruviel Ávila, al Verde; Claudia Ruiz Massieu, a MC, y Jorge Carlos Ramírez Marín, también al Verde. Otros, como Miguel Ángel Osorio Chong, que renunció con ellos hace un año, dice que buscará formar una nueva fuerza política con sectores abandonados por el PRI y el PRD. Los que se quedaron, como Manlio Fabio Beltrones (que fue el que impulsó a Alito en su juventud, cuando era dirigente de las juventudes priistas), están siendo amenazados con la expulsión. Francisco Labastida ha dicho que presentará su renuncia en los próximos días. Quién sabe qué harán Dulce María Sauri, Beatriz Paredes o Miguel Riquelme. Tampoco los dos únicos gobernadores que le quedan al PRI, Manolo Jiménez, en Coahuila, y Esteban Villegas, en Durango. Rubén Moreira se queda junto a Alito, quizá sin comprender que la próxima víctima interna, una vez que se haya desecho de los demás, será precisamente él. Y el propio Moreno estará atenazado, más allá de sus declaraciones, por las presuntas investigaciones que el gobierno federal tiene en curso en su contra. Veremos un PRI cada vez más intrascendente. Ojalá le alcance, por lo menos, para dar la lucha en contra de la sobrerrepresentación.
El PAN está gravemente tocado, pero quizá pueda mantenerse con una estructura más estable. Depende de sus dirigentes, pero si vemos la línea que siguen Marko Cortés y su equipo, están, también, insistiendo en el error. Si Alito culpa de sus desgracias a priistas de hace 30 años, Marko se va doce años atrás. Sí, todo proceso tiene una historia, todo fracaso debe tener un origen, pero el dato duro es que las dos últimas elecciones del PAN y, sobre todo, esta de junio pasado, han sido en las que peores resultados ha tenido el blanquiazul, hoy un partido desdibujado, que no tiene siquiera un rumbo ideológico claro.
En su proceso interno muy probablemente quedará de presidente Jorge Romero, un hombre con más talento político que Cortés, pero que, si no apuesta a una reunificación del panismo, terminará, inevitablemente, perdiendo a buena parte del partido. Hoy, el PAN sigue existiendo basado en baluartes locales en los que poco peso tiene la dirigencia nacional. Pero si el PAN no comienza a reconocer su propia historia, sus principios, sus formas de hacer y entender la política, la diáspora será inevitable. Y no tardaremos mucho en ver una fuerza de ultraderecha, algo tipo Milei, que termine absorbiendo parte considerable de su militancia. El fin de semana se anunció que muchos de quienes apoyaron con la Marea Rosa y otros movimientos la candidatura de Xóchitl Gálvez crearán un partido político llamado Frente Cívico. Ahí están Guadalupe Acosta Naranjo, Cecilia Soto, Emilio Álvarez Icaza y Gustavo Madero, quizá.