¿Recuerda el Huracán Olivia?.

Este lunes se cumplen 47 años de la desolación que causó en Mazatlán.

La falta de tecnología adecuada motivó que no hubiera las precauciones adecuadas pero aún así más de 30 mil ciudadanos fueron movilizados de sus casas.

Redacción.

Algunas generaciones tienen como un vago recuerdo la llegada del huracán Olivia a tierras mazatlecas, aquel lejano 24 de octubre de 1975; un huracán que devastó Mazatlán, que ocasionó, eso se dijo oficialmente, la muerte de treinta personas y la movilización de algunos treinta mil evacuados de sus casas y la destrucción de 7 mil hogares no solamente en la cabecera municipal sino en poblados aledaños.

Mazatlán era pequeño todavía, había enormes zonas de amortiguamiento; el arroyo de los jabalíes y el estero del Infiernillo contaban con lo que se conoce en los términos campiranos como “caja” amplia y bastantes hectáreas libres en sus alrededores que permitían la dispersión de las aguas y las riadas, es decir las corrientes que se dejan venir desde las partes altas hacia las zonas bajas.

Esto permitió que las consecuencias en cuanto a pérdidas de vidas y daños materiales no fuera mayor.

En la actualidad esos cuerpos de agua se encuentran ahorcados gracias a que se ha permitido la creación de asentamientos en sus orillas.

Pero ese es otro asunto.

De acuerdo a los datos históricos, el Huracán Olivia ha sido el segundo fenómeno hidrometeorológico más devastador ocurrido en Mazatlán. El anterior fue el que aconteció en el año de 1943.

“Olivia” se formó el 22 de octubre al sur del pacífico mexicano, intensificándose rápidamente en una tormenta tropical que inicialmente se movió hacia el Noroeste para después moverse hacia el noreste. Al día siguiente alcanzó la categoría 3 en la escala Saffir-Simpson justo antes de dirigirse hacia Mazatlán donde, como ya comentamos, destruyo siete mil casas, dejó a 30 mil personas sin hogar y en necesidad de ser evacuadas; oficialmente 30 personas muertas, entre ellas 20 ahogadas en barcos camaroneros.

Poco antes de entrar a Mazatlán traía vientos de 185 kilómetros por hora con rachas de 230 kilómetros por hora.

No existían los avances tecnológicos actuales, por ello la población se enteró del fenómeno hasta un día antes, a través de las estaciones de radio, muy en particular la XERJ 1320 AM. El Ejército Mexicano inicio los operativos de evacuación de personas asentadas en zonas de riesgo mientras las autoridades municipales informaban del acercamiento del fenómeno a través de vehículos de perifoneo.

El juego de beisbol entre Mayos y Venados se suspendió. Cientos, tal vez miles, de personas se refugiaron en planteles escolares y hasta en templos religiosos.

Hubo personas que fueron prácticamente obligadas a salir de sus casas poco seguras y trasladadas al edificio del PRI por la calle Rosales, a Palacio  Municipal y la escuela Naútica.

Entre las afectaciones que trajo a la ciudad y comunidades rurales estuvo la suspensión de la energía eléctrica y agua potable; amplias zonas inundadas, cientos de árboles derribados, escombros regados por las calles de toda la ciudad; daños a la infraestructura de transporte al dañar carreteras y ferrocarriles.

En el aeropuerto Rafael Buelna Tenorio catorce avionetas y helicópteros fueron volcados.

El azote de “Olivia” inicio a las nueve de la noche del viernes 24 hasta las 01:30 del sábado 25 de octubre de 1975.

Este domingo se cumplirán 47 años del fenómeno.

Permítanos compartirles una parte de la crónica que hace pocos años publicó sobre este hecho, el cronista de la ciudad, el maestro Enrique Vega Ayala.

“ En 1975 no se contaba con los recursos tecnológicos necesario para pronosticar la evolución de una tormenta tropical hasta convertirse en huracán y para que las poblaciones costeras tomaran las previsiones necesarias ante una amenaza de esa magnitud. Ya no había sorpresas catastróficas como antes; pero, como muestra de las condiciones en las que se operaba en esos casos, simplemente hay que tomar en cuenta que ese viernes 24 de octubre los periódicos ni siquiera dieron noticia alguna de que se acercaba un ciclón a esta costa. Otro dato interesante al respecto es que la acción preventiva de las autoridades inició apenas hacia las 10:30 horas de aquél día, cuando empezaron los telefonazos entre el comandante de la plaza, el Presidente Municipal y el meteorólogo para enterarse de los pormenores de la inminente llegada del ciclón llamado «Olivia». Los especialistas informaron a las autoridades que hacia las 20:00 horas Mazatlán empezaría a recibir de lleno el azote de los vientos huracanados. Poco antes del mediodía se decidió dar la voz de alarma a la población y poner en práctica los mecanismos establecidos para proteger a la población en casos de desastres. Apenas dos años atrás se habían firmado los convenios necesarios para operar el llamado Plan DN-III, para coordinar acciones entre las autoridades civiles y las militares ante calamidades.
A través de las estaciones de radio y mediante perifoneo se boletinó a la población la sugerencia de que a partir de las 18:00 se refugiaran en sus domicilios o en sitios seguros. A partir del mediodía se iniciaron las labores para convencer y trasladar a los «precaristas» de las colonias Luis Echeverría, Salvador Allende y de la Año Internacional de la Mujer, principalmente, hacia lugares seguros. Las embarcaciones pesqueras ya estaban alertadas sobre el mal tiempo en altamar, de manera que con anticipación se habían refugiado en el puerto 440 de los barcos que formaban entonces esa flota.
El juego de la serie que Mayos de Navojoa y Venados celebrarían en el Teodoro Mariscal fue suspendido. Los Venados eran líderes del recién iniciado torneo y estaban enrrachados con cuatro series al hilo a su favor. Se paralizaron hasta los enfrentamientos, iniciados el día 21 y seguidos el 22, entre alumnos y profesores de la Preparatoria Rosales nocturna de la UAS. La cárcel municipal había vuelto a la normalidad después de un esculque general durante el que sólo se decomisaron 30 puntas de diferentes materiales.
La lluvia y los ventarrones fueron incesantes y en incremento a partir de las 19:00 horas. El suministro eléctrico se interrumpió definitivamente hacia las 21:45 horas. Los registros marcan las 21:30 horas como la hora en que empezó a entrar a la ciudad el ciclón con toda su fuerza. Poco antes de la media noche, hubo unos minutos de calma chicha. En poco menos de media hora que tardó en pasar el ojo del huracán por aquí, algunos se aventuraron a salir para evaluar los daños. La mayoría pensó que había pasado el peligro. Realmente no hubo tiempo ni de reaccionar, enseguida la lluvia y el viento volvieron. Los que vivieron el fenómeno lo cuentan aduciendo que «el ciclón se regresó». El sentido de los vientos fueron diferentes en esa segunda oleada, si en la primera azotaban la puerta de entrada principal, después del impasse, la furia se volcó sobre la puerta trasera, para describirlo al modo de cómo sucedió en mi casa. «Nunca había pasado eso» y a esa novedad se le agregaban los relámpagos «que nunca antes habían acompañado a un ciclón al azotar a Mazatlán». Aunque a la 1:30 horas cesó el vendaval, se suele contar que esa noche nadie durmió.
Algunas de las principales tiendas del puerto en aquella época, La Casa Grande, La Comercial de Mazatlán, Las Telas Oxford, perdieron todo lo que tenían en sus escaparates. La fuerza del viento y los objetos contundentes que volaron destrozaron vidrios y protecciones. Seis barcos se hundieron en el canal de navegación y uno más no alcanzó a llegar, se perdió cerca de las Tres Islas. 12 avionetas y un helicóptero fueron seriamente dañados en el aeropuerto. Varias casas antiguas perdieron los techos y algunas hasta sufrieron derrumbes en las paredes. El Cine Ángela Peralta, hoy Teatro, perdió definitivamente lo poco que le quedaba del techo y parte de las paredes de procenio. Las marejadas entre el canal de navegación y el Estero del Infiernillo volcaron 29 vagones de ferrocarril, arrastrando a dos de ellos hasta hundirlos.
El sábado la ciudad amaneció desolada. Casi en cada casa había algún daño material que reparar. Las calles estaban intransitables. No había luz eléctrica ni agua. El Sol del Pacífico, entonces uno de los dos diarios de la Ciudad, circuló casi entrada la noche, lo habían maquilado en Culiacán y lo seguirían haciendo allá durante varios días. El Correo de la Tarde, que dirigía Abraham Ibarra, dejó de imprimirse durante cinco días por falta de electricidad.
Los trabajos de reconstrucción y apoyo a damnificados se iniciaron de inmediato…”

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