SEAMOS CLAROS: George, Giovanni y Melanie.

Oliver Velasco*

George Floyd en Estados Unidos, Giovanni López en Jalisco y Melanie en la CDMX son los rostros visibles de un conflicto social que va más allá del racismo, más allá del abuso de las autoridades. Ellos son la sintomatología que anuncia la descomposición del sistema de representación socio-político que nos prometieron la modernidad y las revoluciones liberales de occidente. Las formas en las que se manifiesta esta crisis no son contingentes, por el contrario, son una escalada que ha llevado siglos de descomposición del monopolio exclusivo de la violencia del estado, de las libertades civiles y de la representación política y social de las comunidades que componen los estados nación. Cada situación merece un análisis propio, pero al final de ellos podemos encontrar elementos concatenados, que permiten esbozar la hipótesis de una contradicción surgida desde el seno de la ideología liberal de fines del siglo XVIII.

En Estados Unidos el acto de racismo detono la movilización de multitudes indignadas, como en los disturbios de Los Ángeles de 1992, los conflictos no son nuevos, pero cada vez son más multitudinarios, más violentos y en más ciudades. Esta vez la mismísima y emblemática Casa Blanca se vio amenazada en un momento, pero ¿de dónde podemos partir?  Lo poco o lo mucho que conozco de la cultura estadounidense es la gran división que existe entre las diversas comunidades que forman esta sociedad. Desde sus inicios las trece colonias estaban divididas de acuerdo a creencias religiosas. Si bien, esta tierra era concebida como la tierra donde podían ejercer el libre culto; los puritanos eran feroces inquisidores de herejías en Massachusetts, la colonia de Maryland era exclusivamente católica y el culto de John Smith, los mormones fueron expulsados de Illinois violentamente por sus creencias. Estados Unidos es un país tremendamente dividido qué ha luchado con estas divisiones bajo las banderas de los derechos civiles e intentando insertar dentro de la ideología de los ciudadanos el patriotismo por encima de estas divisiones. Sin embargo, este mismo patriotismo tergiversado ha llevado a interpretaciones que datan desde la época de los padres fundadores: Jefferson, Washington, Madison, entre otros, son ingleses que se independizaron de la corona y ellos son los americanos. Claro qué hay otros blancos, pero incluso allí hay clasificaciones: irlandeses, polacos, italianos, alemanes, judíos, las divisiones en aquel país son interminables. La herencia cultural es sinónimo de alguna posición dentro de las jerarquías sociales, laborales y políticas, son prácticamente gremiales. Muchos estudios sociológicos se han hecho al respecto dentro de la misma nación.

Las cuestiones raciales y el segregacionismo están intrínsecamente ligadas a la historia de este país. Las libertades cívicas que tanto promulgan son una fuente artificial de unidad, que busca subsanar las profundas diferencias sociales que al mismo tiempo visibilizan esas «libertades», por la libertad de asociación.
Otro de los factores que se añade al respecto es el profundo resentimiento qué existe todavía latente desde la guerra civil norteamericana, donde a los blancos se les igualo con sus inferiores, y que hasta mediados del siglo XX y probablemente en algunos lugares, todavía en la actualidad, siga habiendo segregación de las comunidades negras. Este resentimiento se manifiesta todavía mediante asociaciones neonazis como el ku klux klan.
Si bien, el factor que mencionamos de civismo intenta combatir estas diferencias, ellas no se pueden borrar, ni lo harán, porque es intrínseco a la cultura de libertad estadounidense; el pertenecer a una comunidad más que ser miembro de la sociedad, es precisamente por lo que fue fundada esa nación. Un factor estructural, que se repite en nuestro país, aunque desde otra perspectiva.

En México el caso es diferente, debido a la vigencia del catolicismo como elemento de unificación social se ha minimizado la segregación en ese sentido. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya habido; el sistema de castas de la colonia española desarrollo una división de la población en términos de clase y raza aún más complejo, que mantiene sujetas a clases sociales especificas a miembros de determinado trasfondo étnico. Si bien existe el elemento racial que también ha intentado ser disipado desde el estado y la iglesia con figuras icónicas y heroicas como nuestros héroes indígenas y negros: Juan diego, Juan José de los Reyes Martínez Amaro “El pípila”, Benito Juárez o Vicente Guerrero. Este esfuerzo no ha logrado alejar el estigma de la pobreza y la marginación a aquellos que siempre lo han sido y que la promesa de libertad nunca les ha cumplido. He aquí la contradicción estructural del liberalismo en nuestra tierra.

La segunda forma de contradicción es la de facto y va en torno a la impunidad del delito, que tiene que ver con la igualdad ante la ley. No sólo ser de tez morena, tez humilde, como se le conoce vulgarmente, te condena a una vida más difícil en la movilidad social de clase, sino que desde el mismo estado te impide ejercer con plenitud los derechos más básicos, entre ellos: el de igualdad ante la ley. De esta afirmación tenemos innumerables casos en nuestro país, donde la autoridad pisotea de facto lo establecido por la carta magna. Como olvidar lo ocurrido con Jacinta Francisco Marcial; quien fue acusada en 2006 de secuestrar ella sola a seis agentes de la AFI, contra cualquier lógica. Finalmente, fue liberada tres años después, con un disculpe usted.

Jacinta tuvo suerte, el “arresto” de Giovanni López, quien ni siquiera pudo llegar ante un ministerio público nos demuestra la ilegalidad en la que vive la población y la falta de acceso de nosotros a la justicia, mínima condición de convivencia social. La  contradicción de facto existe entre lo que se plasma en las figuras legales y lo que de hecho ocurre en la cotidianidad de su aplicación. Eso también es la crisis de la representación en el sentido de cómo se representa una realidad que no existe, en ideales legales inaplicables. También nos podríamos extender en esto a nivel político, pero es necesario, con lo expuesto concluir hasta aquí.

Sean de facto o sean estructurales las contradicciones de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad con las que han sido fundados los estados occidentales modernos han sido rebasadas y los estados fundados en ellas, no solo los mencionados aquí, sino también a lo largo de todo occidente, presentan bajo sus propias circunstancias este malestar. Atraviesan una crisis de identificación con sus fundamentos y requieren de nuevos que permitan replantear la convivencia social y las responsabilidades de cada una de sus instituciones, tal vez ya no bajo ideales, sino mediante consensos sociales con categorías fácticas.

*Profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa en la Facultad de Ciencias Sociales en las licenciaturas de economía y sociología. Licenciado en filosofía maestro en estudios filosóficos por la Universidad de Guadalajara, maestro en gestión pública aplicada por el Tecnológico de Monterrey campus Guadalajara. Actualmente doctorante en la Universidad Autónoma de Nayarit/ Integrante de Unidad Democrática Sinaloa.

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