Alberto Aguirre |
El Economista.
Casi tres décadas tardó Quirino Ordaz Coppel en ocupar un cargo de elección popular. Perteneciente a una de las familias más prominentes de Mazatlán —su padre fue alcalde de aquella joya del Pacífico— desde 1985 combinó sus actividades empresariales con el servicio público, cobijado por Alfredo Baranda y Óscar Espinosa Villarreal.
Y aunque trabajó brevemente para Francisco Labastida en la SEMIP, al inicio del sexenio zedillista, más bien cumplió con dos décadas de una discreta carrera como funcionario federal. Hasta el 2005, cuando se incorporó al equipo del gobernador de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla.
Otros paisanos habían abrazado al Grupo Atlacomulco, con entusiasmo. Unos, desde el paso de Alfredo Del Mazo por la gubernatura. Otros, con Emilio Chuayffet primero, y después con Enrique Peña Nieto. Los voceros de los gobernadores priistas eran del Chilorio Power.
Heriberto Galindo Quiñonez, Héctor Lie y David López Gutiérrez fueron los más destacados, aunque este último fue el único que colaboró estrechamente por Peña Nieto, desde que llegó a la gubernatura del Estado de México, en el 2004.
Muchos supusieron que al llegar a San Lázaro, en el 2015, como coordinador de la bancada sinaloense, López Gutiérrez estaba perfilado a la gubernatura. En Sinaloa daban por descontado que Chuy Vizcarra o Aarón Irízar declinarían a sus aspiraciones, para dar paso al exvocero peñista.
A la mitad de ese sexenio, sin haber ocupado previamente un cargo de elección popular o haberse desempeñado como dirigente partidista, Quirino Ordaz también llegó a San Lázaro, cobijado por la alianza PRI-PVEM. Un año después, con el aval de la cúpula tricolor sinaloense, llegaría a la candidatura al gobierno estatal. El entonces mandatario, Mario López Valdéz, tenía como favorito a su secretario de Gobierno, Gerardo Vargas Landeros, pero no objetó el dedazo presidencial.
Ordaz Coppel venció en las urnas a Melesio Cuén sin mayores complicaciones. En el 2018, Sinaloa se pintó de guinda no obstante que su gobernador presumía estar entre los mejor evaluados del país. Su adhesión a la Cuarta Transformación —dicen quienes lo conocen— era un mero trámite. La dirigencia nacional del tricolor no puede quejarse de traición, porque Quirino nunca fue priista.
Con 20 votos en contra y 12 abstenciones, el pleno del Senado de la República ratificó el nombramiento del exgobernador de Sinaloa como embajador de México ante el Reino de España. Ahora se sabe que de forma concurrente lo será ante el Principado de Andorra y que será el representante permanente de México ante la Organización Mundial del Turismo.
En la tribuna del Senado de la República, Ordaz Coppel, pero también sus homólogos Sonora, Claudia Pavlovich, y Campeche, Carlos Ayza, fueron blanco de los reclamos del PAN y de la desaprobación de su partido, del que quedaron expulsados en automático.
Ninguno de los exgobernadores generación 2015-2021 llegará a su nuevo encargo por su extraordinario trabajo en el servicio público, ironizó el exdirigente nacional del PAN, Damián Zepeda.
“Esta es una jugada del presidente López Obrador para desarticular a la oposición en México”, sintetizó, “son nombramientos políticos, en un burdo juego de ajedrez, queriendo mandar este mensaje: ‘si colaboran conmigo los premio, y si se me oponen los persigo’. Eso es lo que está haciendo y no podemos ser tan ingenuos como para no verlos”.
“Nada de pedir perdón; mucho menos pausa en la enorme relación entre nuestros dos pueblos”, demandó por su parte Germán Martínez Cásarez, a nombre del Grupo Plural de senadores independientes. “España es un gran pueblo y México tiene mucho de ella. Y con nuestro origen indígena, somos únicos, indivisibles y más fuertes que los complejos, estereotipos o historias de estampita de papelería que nos quieren imponer”.
La peculiar política exterior de la Cuarta Transformación fue duramente cuestionada por el legislador independiente, quien también cuestionó directamente al exgobernador de Sinaloa.
“Si de algo debe pedir perdón Quirino Ordaz Coppel es cuando le pregunten dos cosas. La primera: ¿por qué en su tierra —y bajo su mando de seguridad pública— se dejó libre al hijo de uno de los narcotraficantes más famosos del mundo. Y la segunda: ¿a quién representa verdaderamente en España, a AMLO o a Enrique Peña Nieto?”.